Reproducción del esquema aparecido en Scientific American.
La presión sobre los recursos del planeta crece paralelamente a la conciencia acerca de sus límites. Algunas de las actuaciones nocivas del ser humano sobre el entorno son irreversibles, otras pueden mitigarse y unas últimas pueden incluso revertirse. Con el foco tan insistentemente puesto en el calentamiento global, se están desviando recursos susceptibles de resolver problemas más urgentes (el acceso al agua potable) o, al menos, más fácilmente subsanables (la erradicación de la malaria), como ya denunció hace varios años el “hereje” Bjorn Lomborg en su libro “En frío”, que fue un preludio del Consenso de Copenhage.
En un nuevo intento por establecer “el estado del planeta” y fijar prioridades, la revista Scientific American encargó a un equipo de científicos un análisis sobre el estado actual y la probable evolución de nueve variables ecológicas, desde la acidificación de los océanos hasta el uso del agua potable. Según los resultados que publica la revista en su número de abril (“Boundaries for a health planet”), en la actualidad hemos superado los límites asumibles por el planeta en dos y medio de las nueve áreas delimitadas. Son los siguientes:
-Pérdida de biodiversidad. El problema más grave al que se enfrenta el planeta en estos momentos. La tasa actual de extinción está cifrada en 100 especies de cada millón al año, entre 100 y 1.000 veces por encima del valor preindustrial –que se ha utilizado como referente en el estudio- y 10 veces por encima del máximo asumible para la salud del planeta, según lo establecido por los científicos.
-Ciclo de nitrógeno. Dentro de la categoría llamada “Ciclos de nitrógeno y fósforo”, el segundo está próximo a alcanzar su límite razonable, pero el nitrógeno lo ha superado holgadamente, como ya advertimos aquí mismo a partir de un artículo de la misma revista. El uso del nitrógeno, fertilizante del que depende la agricultura, está cuatro veces por encima del límite ecológico: cada año tomamos de la atmósfera 133 toneladas del gas, una nimiedad teniendo en cuenta que es el compuesto más abundante de la atmósfera pero un veneno para los humedales y los océanos una vez descompuesto.
-Cambio climático. La tercera gran amenaza es, inevitablemente, el cambio climático, achacado casi enteramente al CO2. La concentración en la atmósfera es actualmente de 387 partes por millón, por encima del valor preindustrial (280) y ligeramente superior al límite establecido (350 partes). En defensa del vilipendiado gas hay que señalar que su proporción en la atmósfera era muy superior a la actual (7.000) en tiempos pretéritos, precisamente durante el período cámbrica, cuando se produjo uno de los mayores florecimientos biológicos de la historia de la Tierra.
Podrá argüirse que el límite establecido en cada uno de los apartados es arbitrario, de forma que el diagnóstico dependa más de la severidad del doctor que de la salud del propio paciente, tal y como sucede en el sistema médico. Los autores no se limitan a describir los problemas sino que también plantean soluciones posibles. Al fin y al cabo el objetivo es poder alimentar a 6.700 millones de bocas (y las que vienen en camino) sin exprimir más de la cuenta esta nave a la deriva que llamamos Tierra.
Hasta aquí las amenazas terráqueas. Mañana, las siderales.