El otro día vimos unas cuantas amenazas ecológicas a las que se enfrenta el planeta, todas ellas obra de la actuación humana y ordenadas en función de su nivel de amenaza, desde el muy alto (pérdida de biodiversidad) hasta el relativamente bajo (contaminación química). Todas ellas estarían encuadradas dentro de las “catástrofes de cuarta clase”, según la clasificación que hizo el gran Isaac Asimov en su libro “Las amenazas de nuestro mundo” (1979).
Las catástrofes de primera, segunda y tercera clase proceden del espacio exterior y son, por definición, mucho más improbables pero infinitamente más destructivas que aquéllas. Pondré un ejemplo de cada una de ellas, no tanto con intención de echar leña al fuego de la fiebre apocalíptica del momento, sino todo lo contrario.
De menos a más probables, las amenazas son las siguientes:
CATÁSTROFES DE PRIMERA CLASE
Contracción del universo: En el supuesto que la expansión del universo se revirtiera en algún momento y empezara a formarse un “huevo cósmico”, como lo define Asimov con un lenguaje un tanto demodé, “queda en cada ciclo un período de dos mil millones de años durante el cual la vida no sería posible”.
Consecuencias: En cada ciclo después de este período sin vida surgiría una nueva vida pero no mantendría ninguna conexión con el período anterior.
Probabilidades de que lo suframos: Ninguna. Puede que, de existir, el fenómeno se dé cada varias docenas de miles de millones de años y no hay indicio de que esté sucediendo en este momento.
Otras catástrofes de 1ª clase a tener en cuenta: Aumento de la entropía, hundimiento de estrellas, agujeros negros y quásares.
CATÁSTROFES DE SEGUNDA CLASE
Transformación del sol en gigante roja
Al igual que a cada cerdo le llega su san Martín, a cada enana amarilla le llega su momento de convertirse en gigante roja. A nuestro querido Sol le llegará el turno en algún momento entre los próximos 4 y 5.000 millones de años. A medida que agote el hidrógeno de su núcleo, el Sol reducirá su temperatura mientras su volumen crecerá exponencialmente, absorbiendo las órbitas de Mercurio, Venus y la Tierra en el proceso.
Consecuencias: La vida en la Tierra se tornará imposible, como es lógico, pero si en el improbable caso de que quede algún humano para entonces, Asimov considera que “durante este período habrá elaborado un plan para escapar de alguna manera”. ¿Adónde? “A los planetas gigantes del Sistema Solar, “que desde el punto de vista humano habrán mejorado sus condiciones de vida”.
Probabilidades de que lo suframos: Poquísimas, aunque según Asimov, inasequible al derrotismo, “los seres humanos habrán sido capaces de establecer colonias espaciales autónomas capaces de albergar 10 millones de humanos cada una”.
Otras catástrofes de 2ª clase a tener en cuenta: Miniagujeros negros en el sistema solar, antimateria y planetas libres, supernovas y bombardeo de neutrinos.
CATÁSTROFES DE TERCERA CLASE
Aproximación de la Luna
La distancia media entre la Tierra y la Luna es de 384.400 kilómetros. Asimov especula con la posibilidad de que nuestro satélite empiece a acercarse (aunque está sucediendo lo contrario): “En el momento en que estén separadas a una distancia de 15.000 kilómetros de centro a centro la atracción de la Luna sobre la Tierra será 15.000 veces más intensa que la actual”. A la inversa, la Tierra atraerá a la Luna con una fuerza 32 veces superior, convirtiéndola en añicos.
Consecuencias: “Las mareas serán tan enormes que el océano, curvándose a una altura de varios kilómetros, cubrirán por completo los continentes”. En el caso de que, viéndola venir, la Humanidad se hubiera refugiado bajo tierra no habría nada que hacer: “bajo los impulsos de la marea la misma esfera terrestre se hallaría sujeta a constantes terremotos”.
Probabilidades de que lo suframos: Casi nulas: según las mediciones de la Nasa, la Luna se aleja de nosotros al ritmo de 4 centímetros al año.
Otras catástrofes de3ª clase a tener en cuenta: Choques de asteroides, aproximación de la luna, desaparición del campo magnético de la tierra, glaciación.
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